ALARMA PARA EL CORAZÓN


Tomás Puerto

San José iba sosteniendo la situación de la pandemia cuando...

La calle, la droga, los malos hábitos la fueron formando…. Para ella estar enferma, es un accidente que se cura con la bocanada de una “boca” sin palabras. La dosis suficiente para volar y perderse en la nebulosa de la ignorancia. Sola, no querida.

El artículo del diario afirmaba “estos son los pobres de siempre, vagabundos, sin techo, desarraigados, sin vinculación familiar.

Al dejar el diario, por la reja de mi ventana veo una niña…sola.

Me hacía señas.

- Necesitas algo para comer…? Le pregunté

- Señor porqué me mira así… usted me mira, como si yo fuera pobre…yo no soy pobre…es usted señor, que me hace sentir pobre.

Quedé en silencio por unos segundos. Luego atiné a preguntar….

- ¿Tienes hermanos?

- Javier de 10 años y María de 7. -respondió - vivimos en una casa muy precaria, el invierno pasado se incendió. Estamos enganchados a la luz y cuando llueve mucho, pasamos la noche sin dormir mirando el río.

La pobreza infantil es desgraciadamente la antesala de la pobreza en la vida adulta.

Eso me llevó a pensar que Jesús se preocupó de dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas y cuidó de cuantos le siguieron. Participó a los discípulos diciéndoles; “dad vosotros de comer” (v. 16). Y demostró que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración, podían ser compartidos por toda aquella gente. Jesús cumple un milagro, pero es el milagro de la fe, de la oración, suscitado por la compasión y el amor. Así Jesús “partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente” (v. 19). El Señor resuelve las necesidades de los hombres, pero desea que cada uno de nosotros sea partícipe concretamente de su compasión.

Mientras la niña se alejaba descubrí su riqueza y la riqueza en el lugar que me encuentro, porque sin duda todos somos carentes de algo, pero a la vez ¡somos tan ricos, pues tenemos a Dios y podemos ver su presencia en el misterio de la vida de cada persona!

Cuando la niña giró para mirarme de nuevo, en sus ojos leí, que nuestra vocación primera debe ser el Amor.

“La humanidad para ser feliz está necesitada de comprender su proyectividad hacia el otro, su capacidad de escuchar, su capacidad de abrir los brazos, su capacidad de mirar con los mismos ojos de un Dios que se hizo niño y pobre para enseñarnos a mirar desde los pobres, mirar la realidad y recomprenderla desde sus búsquedas más hondas y más tristes”.

Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo