VIERNES 1º DE ABRIL

ADORACIÓN EUCARÍSTICA Y PASCUA
Aportes y sugeridos para iluminar la Adoración Eucarística personal o grupal.


¡RESUCITÓ!

"Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz."

Mensaje pascual y bendición Urbi et Orbi

del Papa Francisco 2013

Mensaje de Pascua del papa Francisco 2016

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
"Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
Su resurrección cumple plenamente la profecía del Salmo: «La misericordia de Dios es eterna», su amor es para siempre, nunca muere. Podemos confiar totalmente en él, y le damos gracias porque ha descendido por nosotros hasta el fondo del abismo.

Ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida.
El anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt 28,6), nos ofrece la certeza consoladora de que se ha salvado el abismo de la muerte y, con ello, ha quedado derrotado el luto, el llanto y la angustia (cf. Ap 21,4). El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, el peso de una condena injusta y la vergüenza de una muerte infame, nos hace ahora partícipes de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y descartados, las víctimas del abuso y la violencia. El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles.
Cristo resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil. Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. Que el mensaje de vida, proclamado por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro, aleje la dureza de nuestro corazón y promueva un intercambio fecundo entre pueblos y culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en particular en Irak, Yemen y Libia. Que la imagen del hombre nuevo, que resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y duradera a través de negociaciones directas y sinceras. Que el Señor de la vida acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas.
Que el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2,14), que con su resurrección ha vencido el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil; que lleve a buen término el fermento de esperanza y las perspectivas de paz en África; pienso, en particular, en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas y sociales.
Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos.
El Cristo resucitado, anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en camino para buscar un futuro mejor. Son una muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social. Estos hermanos y hermanas nuestros, encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda.
Que la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos.
Que, en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad» (Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
Con nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas, volvamos a escuchar las palabras consoladoras del Señor: «No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!» (Jn 16,33). Hoy es el día brillante de esta victoria, porque Cristo ha derrotado a la muerte y su resurrección ha hecho resplandecer la vida y la inmortalidad (cf. 2 Tm 1,10). «Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!» (Melitón de Sardes, Homilía Pascual).

A quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro, a todos dirijo una vez más las palabras del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6). Que este mensaje consolador de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos."

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¡HAS RESUCITADO!

Reflexiones para la adoración personal

"¡Ha resucitado!". Es el grito más jubiloso y triunfal que ha resonado en la Tierra y jamás será oído otro igual. En la Resurrección de Jesús desemboca la historia anterior y de ella arranca la nueva creación. Jesús Resucitado es el eje, el quicio sobre el que gira el Universo entero y en el que se centran todas las cosas, porque es el Rey inmortal de los siglos, constituido Señor por el Padre, y al que Dios ha sometido todas las cosas en el Cielo y en la Tierra, las visibles y las invisibles, ya que todo fue creado por Él y para Él, y en Él se sostiene todo (Colosenses 1,16-18). San Pablo, sabiendo que nosotros hemos resucitado en Cristo por el Bautismo, nos revela la consecuencia más natural y más clara: "Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Gusten y saboreen las cosas del cielo, no las de la tierra. Porque están muertos para el mundo y su vida está escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3,1-3).
  1. Jesús Resucitado: ¡Que fortuna la nuestra de estar en tu presencia! ¡Qué bondad la tuya, admitirnos como custodios de tu presencia sacramental en las horas de adoración! ¡Que honor tan grande, permitir que unamos nuestras plegarias a las que brotan de tus labios, 
  2. No una hora, todas las de nuestra vida quisiéramos velar contigo, si nuestros límites y flaquezas no lo impidiesen. Ya que eso no es posible, al menos en esta hora, verdaderamente Eucarística, ayuda nuestra oración, infunde en nosotros tu Espíritu y permite Señor que nuestro agradecimiento se desborde y suba como grato perfume por tu amor que nos trajo la salvación y la liberación del pecado y de la muerte.
  3. Gracias, Señor, por el don de la fe. ¿Cuántos habrá que no tienen la dicha de conocerte y que si la tuvieran te amarían mucho más y corresponderían mucho mejor a tus beneficios de lo que te amamos y correspondemos nosotros? Nosotros, aunque tibios y perezosos cristianos, podemos exclamar: ¡Creo, en Jesús Sacramentado! ¡Gracias por tu pasión y Resurrección! ¡Bendita sea esa fe! Pero ¡Cuánto me humilla el hallarme sin méritos para disfrutar plenamente un don tan precioso y hacerlo fructificar!
  4. Jesús Resucitado, al contemplar las grandezas de tu amor, al saberte presente en todos los altares y sagrarios del mundo, y viendo cómo nos llamas a congregarnos, a formar comunidad para hacernos adoradores de tu Divina Misericordia; después de gustar las delicias, suavidad y dulzura de tu servicio y tomar conciencia de cuán duramente nos trata el mundo, no nos cansaremos de repetir que “Tu sólo eres nuestro Señor”. ¡No permitas que nunca nos apartemos de Ti!
  5. ¿Qué te daremos, Señor, en respuesta de habernos revelado tu Misericordia, sufrido por nosotros para vencer a la muerte y quedarte presente en la Eucaristía? ¿Con qué te pagaremos las aguas cristalinas y saludables de la verdad católica con las que apagas nuestra sed?
  6. Invocando tu Santo nombre, tomaremos el cáliz de la salvación, que es hacer tu Voluntad; aunque nos cueste tribulación, contradicción, persecuciones, pobreza y hasta la misma vida. El servicio a nuestros hermanos, la oración y la cruz  son la montaña del sacrificio, donde ofreceremos al Padre celestial, tu propio sacrificio como víctima agradable y acción de gracias infinita.
  7.  Y esto lo haremos en medio del mundo, sin temor al respeto humano ni al qué dirán los hombres; porque nuestros votos de agradecimiento hacía Ti Señor, son sagrados; y los hemos de cumplir luchando por tu Reino de amor y justicia, por tu soberanía social, por tus derechos sobre los pueblos, sobre los reyes y sobre toda criatura. Nos alienta tu palabra que nos asegura una muerte preciosa, lo mismo venciendo que siendo vencidos.
  8.  Confiamos en la victoria y en la conquista del Reino Eterno del cielo. Tienes que sostenernos, alentarnos y conformarnos en la pelea, por lo mismo que nos confesamos siervos impotentes y humildes. Sí; siervos tuyos e hijos obedientes de nuestra Santa Madre la Iglesia. Sí; siervos tuyos e hijos predilectos de la mujer más grande que salió de las manos de Dios, y que, sin embargo, se llamó su esclava: la Santísima Virgen María. 
  9. Por la intersección poderosa de tan buena Madre y de nuestros Ángeles protectores, mil veces, Señor, has roto los lazos que nos tendía el mundo, mil veces nos has librado de la muerte eterna; por eso ahora, agradecidos y con la santa libertad de hijos de Dios, invocando el Dulcísimo nombre de Jesús, te ofrecemos las Hostias puras de nuestra alabanza.                             


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Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2016

«Pedro fue corriendo al sepulcro» (Lc 24,12). ¿Qué pensamientos bullían en la mente y en el corazón de Pedro mientras corría? El Evangelio nos dice que los Once, y Pedro entre ellos, no creyeron el testimonio de las mujeres, su anuncio pascual. Es más, «lo tomaron por un delirio» (v.11). En el corazón de Pedro había por tanto duda, junto a muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusión por haberlo negado tres veces durante la Pasión. Hay en cambio un detalle que marca un cambio: Pedro, después de haber escuchado a las mujeres y de no haberlas creído, «sin embargo, se levantó» (v.12). No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó «admirándose de lo sucedido» (v.12). Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla. También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (v.5).

Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y los llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida. Continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que «evangelizarlos». No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado» (v.6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará. Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, la muerte y el temor, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf. Rm 8,39). El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo. ¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza?


La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría. Nos lo recuerda también el Evangelio que hemos escuchado: los ángeles, para infundir la esperanza en las mujeres, dicen: «Recordad cómo [Jesús] os habló» (v.6). No olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado. Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia la Pascua que no conocerá ocaso.
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DIVINA MISERICORDIA


“La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo.”                                                             Francisco

"¡La misericordia divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad.”                                                                   Juan Pablo


En 1930 y a partir del diario de una joven monja polaca, una devoción especial comenzó a espacirse por el mundo entero. Su mensaje nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas escrituras y la tradición que Dios es misericordioso y que perdona, y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos, especialmente a los más pecadores.

La esencia:
CONFIANZA EN LA MISERICORDIA DIVINA.
"El alma que confía en mi misericordia es la más feliz porque yo mismo tengo el cuidado de ella.
AMOR ACTIVO HACIA EL PRÓJIMO
Por lo menos una obra de misericordia al día.
"Te doy tres formas de ejercer misericordia: la primera es la acción, la segunda la palabra, y la tercera la oración"

Acto de confianza
Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Mosericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la misericordia misma; en ti toda mi esperanza.


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"Mártires de la caridad”, 
custodios de la Eucaristía 
y signos de RESURRECCIÓN


Hermana Anselm. Nació en Ranchi, India, en 1956.
Hermana Reginette nació en Ruanda en 1983
Hermana Judith era de Kenia, nació en 1975.
Hermana  Margarita era de Ruanda. Nació en 1971.


Señor, enséñame a ser generoso.

Enséñame a servirte como lo mereces;

a dar y no calcular el costo,

a luchar y no prestar atención a las heridas,

a esforzarme y no buscar descanso,

a trabajar y no pedir recompensa,

excepto saber que hago tu voluntad.

Esta oración de San Ignacio de Loyola era rezada por las religiosas cada mañana después de la misa al iniciar la jornada. Fueron atacadas el viernes 4 de marzo, mientras servían el desayuno a los ancianos y discapacitados que atendían en el albergue de Aden. Los homicidas asesinaron a otras 12 personas que las ayudaban.
Las hermanas atendían a unos 60 pacientes ancianos. Todos muy pobres y de todas las religiones. Sus colaboradores eran de Yemen, Etopía y Eritrea.

“Son víctimas no sólo de sus asesinos sino de la indiferencia, de esta globalización de la indiferencia, del “no importa”. Que la Madre Teresa acompañe en el paraíso a estas hijas mártires de la caridad e interceda por la paz y el sagrado respeto de la vida humana”,oró Francisco.


Según el testimonio de la hermana Sally –única sobreviviente y Superiora de la comunidad–, al escuchar los gritos del ataque el P. Tom “consumió todas las hostias. No tuvo tiempo de consumir la Forma (la hostia que suele estar en la custodia), por lo que arrojó el aceite de la lámpara del santuario y la disolvió en el agua”.Un vecino del albergue, relató la religiosa, vio a los terroristas meter al sacerdoteen su auto. Desde entonces no hay noticias del P. Tom.Uzhunnalil. El superior general de los salecianos ha pedido  oraciones por  su pronta  liberación.

Sigue la persecución a nuestros hermanos.
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MOMENTOS VIVIDOS DURANTE LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA 
VIERNES 1º DE ABRIL DEL 2016