TOMÁS PUERTO







    
Desde muy chico vi a mi madre haciendo sus oraciones. 

Había un cuadro con la imagen de San Ramón y todos los días  oraba ante él. 

- ¿Madre por qué lo haces? Fue mi pregunta una mañana de un  31 de agosto
- Lo hago porque es el protector de las embarazadas y parturientas – me contestó – mientras arreglaba la mesa para el medio día.
- ¿Tú estás embarazada? Pregunté
- No. San Ramón me protegió cuando te esperaba.

San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios, que acababa de fundarse.

Ella - mi madre- nunca me pidió que le acompañara cuando rezaba. Eso sí, me dejaba verla si permanecía  en silencio.

Un día mi padre - que trabajaba en el molino Gramon-   trajo varias espigas de trigo. Quedaron sobre la mesa. Mi curiosidad me llevó a tomarlas y comencé a jugar con ellas. 

Su voz, desde la cocina, adivinando lo que hacía, me detuvo.
- ¿Para qué son mamá?
- Son para San Cayetano
- No entiendo
- Es para que nunca le falte  trabajo a tu padre.

Ya consagrado santo, Cayetano siguió haciendo milagros: cuentan que en épocas de sequía, un campesino le pidió que interceda por la falta de agua y, a modo de agradecimiento, le dejó una espiga de trigo a los pies de su imagen. Tres días después, llovió tanto que la ciudad se inundó. San Cayetano, llamado el "Santo de la Providencia", murió en Nápoles el 7 de agosto de 1547. El papa Clemente X lo proclamó santo en 1671, después de que una comisión eclesiástica comprobó numerosos milagros entre quienes lo invocaron para pedir sanación, alimentos y trabajo.

Viviendo en calle Detomasi casi 25 de mayo, siendo alumno de la escuela Nº 45 con gran sacrificio mis padres me pusieron a estudiar música. El maestro Héctor Araújo, había sugerido que mi profesor fuera Pascual Greco. Cuatrocientos pesos costó el bandoneón. Papá lo compró en la Joyería de los Hnos. Eloy –Santo - en 18 de julio cerca del Correo. 

Lucho –saxofinista -  lo atendió y se lo dio y desde lejos Pipo – pianista- le decía – “si es para el hijo, que lo pague como quiera”. 

Un 22 de noviembre mi madre apuraba mis pasos para no llegar tarde a la iglesia. 

De su mano ingresamos. El órgano emitía un sonido celestial. Arrodillada, veía que agradecía una y otra vez. 

- ¿Madre a quién agradeces?
- A Santa Cecilia. –fue su respuesta-
- ¿Por qué?
- Arreglándose la mantilla me dijo- por tus estudio en la  música, hijo.

Cada 22 de noviembre se celebra el Día de la Música. En 1594, el papa Gregorio XIII nombró a Santa Cecilia patrona de la música y de los músicos. Se dice que el día de su boda, mientras los músicos tocaban, ella cantaba a Dios en su corazón.

Ángela  - mi madre- fue hasta tercer año de escuela. 

Nada sabía de catecismo. 

Predicar con el ejemplo era su manera de educar y conducir al camino de la fe.- 
 
 “Después que Dios se hizo historia, toda historia humana es, de alguna manera, historia divina”

Doña Felipa Camacho  fue mi catequista. Orientó un camino nuevo en mi vida. 

Trajecito oscuro con pantalón corto, zapatos de charol, un moñón blanco en el brazo derecho, el Misal y un Rosario, fue mi atuendo para la Misa de las 10 horas.
 
8 de diciembre, día del Virgen – un calor insoportable -.
 
A las 20 horas fue la procesión alrededor de la plaza. Al llegar nos ubicaron en los bancos de adelante. Al terminar la ceremonia el sacerdote se nos acercó y   preguntó con voz muy potente:” ¿Quién de ustedes será sacerdote como yo?”…tímidamente miré hacia adelante y hacia atrás…lentamente fui subiendo mi mano…hasta ahora me pregunto por qué lo hice….

"Contarle a Dios nuestra historia nunca es inútil", porque "nadie es un extra en el escenario del mundo y la historia de cada uno está abierta a la posibilidad de cambiar". Papa Francisco

- Mi alma es todo un himno de adoración a tu  misericordia.-

                                                                                                     Tomás Puerto